Algunos misterios se resuelven. Arriba vemos al
Lobo de las Malvinas, a quien Darwin registró como Falklands wolf. Desde entonces, y más luego que el último de ellos fuera exterminado en 1876, las preguntas se acumulaban ¿era realmente un lobo? ¿o acaso un zorro muy especial? ¿era pariente de los lobos de Sudamérica? ¿por qué entonces no se le parecía? ¿cómo se había convertido en el único mamífero terrestre del archipiélago? ¿cuánto tiempo llevaba allí? Cómo suele ocurrirnos a los humanos, la pregunta más dura brillaba por su ausencia ¿cómo fuimos tan tarados de eliminarlo y así hacernos imposible encontrar las respuestas?
Aunque no pueda ser revivido,
Graham J. Slater, biólogo de la Universidad de California, acaba de resolver varios de los enigmas, gracias a un trabajo de ADN comparativo. Y las cosas han resultado sorprendentes.
El lobo de las Malvinas sí resultó ser un lobo y sí es pariente del lobo sudamericano común, pero su evolución estuvo lejos de ocurrir en las islas. No, este chico y el lobo sudamericano se separaron hace seis millones de años ¡en Norteamérica! Luego, al aparecer el Canal de Panamá (hace dos millones y medio de años), ambos migraron al sur, en tanto otras especies de lobos llegaban desde Asia rumbo a aquellas planicies. Finalmente, el lobo de las Malvinas llegó por sus propios medios, hace 70 mil años a las islas. Antes que el ser humano diese en vagar por tales latitudes. ¿Flotando? ¿Sobre un témpano? ¿Nadando? ¿en el lomo de una ballena? Esa incógnita se mantiene. No la verguenza de haberlo exterminado para mejorar el negocio de la exportación de la lana.
Y era un lobo no más, ¡canejo!