domingo, enero 25, 2009

Si se trata de esos pequeños orgullos que, como patitos recién nacidos van detrás de su madre, la creación del neologismo "pelibruja" es uno de los cuales hace que Blojeans infle el pecho y muestre a su vástago, orgulloso, a terceros: cuánto mejor suena preguntar -a una eventual Celestina- si una chica es rubia, morocha o pelibruja. Un long long time ago amor por una joven con algunos genes galeses, hace que las pelirrojosidades le provoquen simpatía. Por ello, tiempo atrás, se asombró mucho al enterarse de que en algunas discos de Buenos Aires los y las pelirrojos/as llevaban las de no entrar, ante la sospecha de que su pelo rojo se relacionaba con la adoración de un dios monoteísta celosísimo y al pastoreo de ovejas, hace 3.000 años, en el Mediterráneo Oriental. Puesto que, si de hacer de nuestras neuronas una pasarela de imbecilidades se trata, los humanos somos imbatibles, no cabe asombrarse demasiado que en el Reino Unido el desprecio hacia los pelirrojos (gingerism) sea una tara extendida.

Haciendo arte de la diferencia cromática, en estos días la fotógrafa británica Jenny Wicks expone su espléndido trabajo sobre el tema en Londes (Root Ginger: A Study of Red Hair by Jenny Wicks, en Idea Generation Galllery, 11 Chance Street, London E2, 17 Febrero - 1 Marzo). Además de las tomadas prestadas por Blojeans, más pueden verse
aquí.


Fuegos de damasco

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