"I was going ahead until, at one point, a duende, a spirit, came toward me. He asked a strange question: 'But what do you wish to become, you, María Sabina?'
Estamos acostumbrados a los duendes mágicos, pero ¿que tal si nos encontrásemos con "gente pequeña" que tiene que vérselas con las dificultades del día a día, sin otras herramientas que nuestras herramientas (las que les quedan 10 veces más grandes)?
De lo anterior es que trata, en gran parte, la serie de relatos para niños The Borrowers. Creada por la escritora inglesa Mary Norton, acompañó a varias generaciones de "bajitos" ingleses en esto de adaptarse a ese extraño lugar al que llamamos "mundo real". No hay que ser un sabio para entender cómo estas historias de interacción entre "chicos y grandes" sirven enhebrar la siempre compleja relación entre quienes están creciendo obligatoriamente y quienes pueden (y, a veces, deben) elegir no crecer más.
El gran Hayao Miyazaki, ese Shakespeare de la animación, tenía hace mucho tiempo reservado un cupo en sus estudios Ghibli para hacer algo con estas obras. Ahora lo ha usado, pero poniéndolo en manos de Hiromasa Yonebayashi, de 36 años, instándolo a que tome la antorcha y continúe su estilo.
El resultado es The Borrower Arrietty, film estrenado en Japón, en el cual el jardín casero vuelve a ser una selva y la casa paterna un inmenso palacio. Ambos llenos de deliciosas e inquietantes posibilidades.
De la verdadera utilidad de las cosas perdidas
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