lunes, febrero 22, 2010

Ni así (arriba). Ni asá (abajo).
No. El Arca de Noé era circular. Sin proa ni popa. Lo cual tiene bastante sentido según Irving Finkel, experto en lectura de escritura cuneiforme del British Museum. Porque el arca "no tenía que ir a ninguna parte. Sólo tenía que flotar". Obvio, si toda la creación iba a ser inundada, una nave con quilla o una caja de zapatos rectangular flotante no suenan buena idea. Habla mal de la capacidad humana de imaginar o reflexionar de manera seria e independiente que hayamos tardado 3.700 años en redescubrirlo (y no gracias, hay que aclararlo, gracias al trabajo de académicos ni religiosos).

Los sumerios, 1.700 años antes de Cristo, en cambio, no tenían ninguna duda sobre el punto. Y lo dejaron muy bien anotado. ¿Cómo era entonces que no nos habíamos enterado? Es una historia larga que incluye varias caídas de imperios, fines de civilización y, lo más importante, nuestra incansable estupidez. No tanta como para que Douglas Simmonds, un inglés sin miedo al ridículo, decidiera tomar el toro por las astas y llevar al museo antes citado una tablilla de terracota. Una que su padre, Leonard, había llevado a casa luego de servir en la fuerza aérea inglesa (RAF) entre 1945 y 48, en el Medio Oriente.

Leonard fue un autodidacta en Historia, pero –según su hijo– las veces que ofreció su pequeña colección a expertos, éstos consideraron su tesoro consistía en nada más que chucherías. Hasta ahora. Sucede que las 60 líneas de texto cuneiforme (porque está hecho de un sistema de marcas como cuñas) que contiene la tablilla, contienen una de las versiones mesopotámicas del Diluvio. Una en la cual Noé en realidad es un rey sumerio llamado Atram-Hasis. Al que un dios le habla. Le dice que ha decidido salvar a una sola familia de toda la humanidad que será castigada y... le recita instrucciones detalladas de cómo ordenar la construcción del Arca: "Diseña la nave que construirás con una forma circular; deja que su largo y ancho sean similares". Nada de madera, le indica. Los materiales a usar son fibra de palma tejida y calafateada (sellada) con bitumen (arena impregnada de petróleo).

Tal dios (como los dioses en general, sino preguntémosle a Prometeo) no es demasiado innovador si de ingeniería naval se trata: "Las instrucciones son para un tipo de nave que ellos (los sumerios) conocían muy bien. Todavía es usada a veces en Irán e Irak", asegura Finkel.

Entre las varias implicancias del texto, una no es nada menor. Hay cierto consenso en que algún fenómeno climático extremo afectó a una zona que va del Mar Negro en el norte a la Mesopotamia (e, incluso, el noroeste de la India) en el sur. Resulta probable que alguien haya construído alguna vez un arca. Se estima que la memoria de este cataclismo pasó a la cultura judía durante su exilio en Babilonia, la cual la unió a su tradición. En tal marco, los datos de la tablilla tenderían a ser más fidedignos que los de la Biblia en cuanto a la estructura material del Arca en sí. ¿Y qué importaría eso? Bueno, que no parece que una nave hecha de fibra de palma pueda haber encallado en el Monte Ararat. Ni haberse conservado de manera azarosa, en caso de haber sido usada en una mega inundación mesopotámica. Todo lo cual indica que los millones gastados en los últimos dos siglos en su búsqueda fueron pólvora en chimangos. Claro, a menos que la versión Sumeria (como la Asiria, la judía y la cristiana moderna) no sea más que la adaptación local de una leyenda mucho más vieja y Noé quizás haya sido un príncipe del noroeste de la India o un chamán de Armenia o Abjasia. Esta historia continuará....

(Imágenes. La primera, un grabado casi renancentista sobre el Arca. La segunda, la versión de nuestro querido Robert Crumb. El artículo con la historia completa, acá)

El Arca de Atram, alias "Noé"

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