jueves, junio 04, 2009

Si de deudas se trata, sabemos que le debemos cosas importantes a cierta gente, padres o ex parejas, por ejemplo. Lo que no solemos sospechar es que le debemos muchísimo a personas que, como bien citó Richard Sennett, "están enterradas en tumbas que nadie visita". Gente que hizo su trabajo bien. Simplemente eso. O luchó un poco más, un día. O dos años. O tres décadas. O se permitió ser decente aquella única vez. Uno de ellos es David Carradine.

No era un River Phoenix o un John Malkovich, verdaderos pianos de cola de la intepretación, capaces de dar semitonos exquisitos, registros caleidoscópicos de nuestra multiplicidad humana.
Carradine era más bien un piano vertical al que se podía aporrear para que diera música ligera, rápida o violenta, pero al que directores inspirados podían hacer volar por sobre su registro habitual.

Ahora que ha muerto, muchos lo lloran en el recuerdo de Kung-Fu, la serie de TV que le dió fama. Otros lo recuerdan por su trabajo en El Huevo de la serpiente de Ingmar Bergman. Y no faltan los terceros que sacan el cuchillo corto del sarcasmo al mencionar la enorme cantidad de películas malas de maldad irredimible en las que se lo vió aparecer.

A este último respecto hay que decir que si hubiera hecho apenas Kung Fu sería un mito generacional, pero si sólo hubiera hecho esa serie, más Bound for Glory (que se tradujo como Esta tierra es mi tierra), sería una leyenda, como la del personaje que encarnó.

Realizada por Hal Ashby, Bound for Glory es un film que relata parte de la vida de Woody Guthrie, un músico de Oklahoma, que mal vive en Texas, y se ve obligado a migrar hacia California cuando a la Gran Depresión la sigue una sequía e inmensas tormentas de polvo que inutilizan gran parte del medio oeste de EE.UU. Son tiempos difíciles. Y cuando los hombres se ven obligados a tomar decisiones difíciles. Los resultados suelen ser malos: la pobreza y el miedo no son buenos consejeros. En ese contexto Guthrie empieza a escribir canciones retratando los sentimientos de los desposeídos y a cantarlas en la radio. Sin saberlo inicia un género (Pete Seeger, que viajó con él, Bob Dylan y de ahí para acá, todos los músicos camperos con posición políticas le deben algo. O mucho. Su influencia llega hasta León Gieco o Andrés Calamaro, en las pampas pop sudamericanas) y, claro, viene la fama y...la tentación de salvarse solo.

Pues bien, Carradine enfrentó la tarea de retratar a ese músico que descubre que el arte lo puede todo, si "todo" no incluye cambiar la naturaleza humana bajo las constricciones del capitalismo. No hacer una caricatura de un bien pensante, sino pintar a un hombre con sus dudas y carencias, esencialmente fallido, como todos nosotros, fue uno de los grandes éxitos en la vida del actor, que –a los 72 años– tenía ¡¡9 películas en pre y postproducción en este 2009!! y había hecho de productor ejecutivo de una nueva versión de Ricardo III el año pasado.

Ese era David Carradine. Su padre John Carradine, uno de los grande actores de terror de la era de oro de Hollywood, estaba orgulloso, sospechamos.



Sobre la necesidad de los (amados) no genios

1 Comentarios:

Blogger Mariana Soffer dijo...

Que lindo post, cuantos recuerdos de grandes obras. Creo que para ser perfecto el titulo deberia ser vacio o nada, el mismo seria enviado por el personaje principal en el dia de su desaparicion, como una pequenia muestra de sabiduria proveniente del mas alla.

3:40 a. m.  

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