domingo, noviembre 18, 2007

Alfonso García (arriba), de seis años, no parece alguien particularmente peligroso. Nada en su apariencia -menos ese gesto de tristeza, de pérdida ensimismada, que parece emitir su mirada- indica que posea acceso a alguna fuente de poder sobrenatural. Su familia no está de acuerdo. Para ellos, Alfonso -al igual que Armando Dos Santos, de 7 (abajo)- es un brujo. Ellos, como miles de otros niños en el norte de Angola, están siendo expulsados de sus casas en una epidemia de histeria sólo aparentemente irracional: en una situación de pobreza agobiante, la acusación de brujería es la única que permite echar del hogar a un miembro de la familia en la región de Uige. Si bien Alfonso y Armando se encuentran bajo cierta protección institucional, no les ocurre lo mismo a la mayoría, que viven en edificios o construcciones abandonadas (http://www.nytimes.com/slideshow/2007/11/14/world/1114-WITCHES_index.html). Para colmo, por lo que muestran las notas, las iglesias cristianas, en vez de condenar estas acciones, las legitiman mediante exorcismos colectivos de niños. Un nuevo caso que viene a refrendar aquella frase de Einstein en cuanto a que, el universo podría no ser infinito, pero -sin duda- la estupidez humana sí lo es. ¿Como no volver a querer entonces a esa chica esmirriada, de curvas escasas, que se la pasa recordándonos que no somos el centro del universo? La razón.

La estupidez, nuestra eterna estupidez

1 Comentarios:

Blogger r dijo...

Muchas gracias. Creo que sufro de una especie de dislexia ortografica o de una terrible falta de interes producto de los correctores ortograficos. Aclaro que cuando tengo que entregar un trabajo mi conocimiento de Vs y Bs, de LLs y Ys, y de tildes, cobra vida momentaneamente.

7:51 p. m.  

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