viernes, septiembre 14, 2007


No recuerdo que fuera nada fanático de Charles Trenet. Sí de otros cantantes franceses. Sin embargo su entusiasmo por París y por la "idea" de París, estaba llena de una jovialidad a la Trenet. Le parecía bien el orgullo y la pesadez de los parisinos. Reconocía parte de los acentos de sus barrios. Cierta vez -a instancias de ese espíritu mefistofélico de los niños que lo caracterizaba- me convenció de seguir a una pareja de turistas que hablaban en francés por San Telmo, sólo con el objetivo de mostrarme como lo pronunciaban, sentenciarlos "quebecois" y hacer -de inmediato- la imitación burlesca con que los parisinos cargan a esos "provincianos" del Quèbec. La historia, de tontones grandes, poseía una vuelta: el poco francés que sé es "quebecoisiano", producto de una historia que no viene al caso, de modo que mi identificación estaba vocalmente más cerca de aquellos "pajueranos", que de la suya: siempre sí, imperativa y seductora a la vez.

Cuando alguien querido muere, ante la cachetada, ante el frío, la sangre afluye con frazadas de memoria, pero es así que uno se da cuenta que, tacaña o derrochona, es insuficiente: hay encanto, dolor y afecto en ellas; pero ya no más la sorpresa -por la insistencia de la repetición misma o por el florecimiento de lo espontáneo- que producen/cimos los vivos.

El parisino por amor (Germán Maldonado Caerols)

1 Comentarios:

Blogger elu dijo...

Lindo recuerdo el de Germán. No lo conocí mucho, pero la única vez que hablamos de algo que no fue trabajo fue de París.
El venía llegando y nos topamos a la entrada del diario. Estaba fascinado con su viaje.

9:39 p. m.  

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