lunes, septiembre 22, 2008

Stanislavski dijo que los últimos noventa segundos son los más importantes de una obra. La sabiduría popular de Hollywood lo expresa de la siguiente manera: da un giro en los últimos dos minutos y vivirás muy bien. Da otro giro en los últimos diez segundos y podrás comprarte una casa en Bel Air.

Esto es hacer cine a la antigua: el niño privado de amor se vuelve amable, se descubre que el pretendiente hasta ahora sospechoso es 'bueno' y se queda con la chica, y el trovador errante resulta ser rey.

Quien ha sido capaz de engañar al espectador astuto debería tener una casa en Bel Air, o lo que le dicte el corazón. ¿Acaso no lo merece? Sin lugar a dudas. Porque el cine no está para hacernos mejores, sino para despertarnos una emoción o un escalofrío un miércoles por la noche cuando salimos con nuestra chica.

Si el tiburón induce a exclamar 'ooh', se ha ganado nuestro puñado de dólares. Si el cineasta se nos induce a exclamar "ooh" ante un plano del agua sin más, dénle su avión privado.

"Existen tres grados de dicha -nos indicó Rudyard Kipling-, a los pies del tronó de Alá y el lugar más bajo es de aquel que ha salvado un alma con una broma".

Cito el chiste de Una Eva y dos Adanes como una buena manera de abandonar el escenario como a uno le gustaría:

Jack Lemmon (vestido de mujer): "Soy un hombre"

Joe E. Brown: "Bueno, nadie es perfecto".

David Mamet en Conclusión: No se ha acabado hasta que se haya acabado.

(Video, Oktapodi HQ, trabajo colectivo de la escuela de Les Gobelins. Dos minutos de acción implacable con tres segundos finales...de película).

Amores pulposos

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal