miércoles, julio 02, 2008

Hay artistas que nos conmueven con un par de obras y ya está. Tal vez sean -para ellos- hasta cosas menores dentro de su producción, pero uno se las agradece. Como le agradece a ese fletero de verduras, aquel camionero con apenas una hendija en su carga de cebollas o al ingeniero en minas que nos llevó esa vez en tal o cual viaje a dedo, y nos proporcionó una experiencia única que sigue reverberando en nuestra memoria, mucho después que ellos la han olvidado. A Blojeans le ocurrió eso con estas fantásticas milanesas de Pablo Suárez en la expo que ya cerró en La Recoleta (Buenos Aires).

Ahí están, ya empezando a freírse. O a borde de caer en la sartén. Luchando. Contra su naturaleza más íntima. Porque ¿en qué se convertiría una milanesa que fugase exitosamente del destino para el cual la prefabricaron?

Y no sólo las milanesas, en tanto vivas, pueden mutar. También les ocurrió a algunos de los que contemplaban las obras de Suárez. Sonrisas, angustia, extrañeza, algo de miedo, sorpresa. Todos efectos de esa muestra de la vida concentrada y, a la vez, con las riendas algo sueltas, que nos coloca en el regazo el trabajo del arte.

Dosis de la única droga que te libera

1 Comentarios:

Blogger Ariel dijo...

En la misma línea, con un humor menos solemne: http://eatliver.com/i.php?n=3128

3:03 a. m.  

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