domingo, octubre 07, 2007

Una torre. Un reloj que se acerca a la medianoche (Blojeans sospecha que, de príncipe cabeza de calabaza, se convertirá, por fin, en calabaza con la astucia de El Príncipe). Figuras humanas luminosas se materializan de la nada. De pronto, un estallido...

"¡¡Hay un fantasma tocando en la banda!!" (a la derecha) descubren con sorpresa y algo de temor los integrantes de Bicicleta, que -al pie de La Torre de los Ingleses- entonan: "voy a despertar en el mundo real". Buenos Aires es así. Cosas que pasan en La noche de los museos, que el clima quiso que fuera ventosa y bien templada, y dónde el "chi" y la actitud de los bicicleteros impusieron que el pogo (y llevar el ritmo con las piernas y las caderas) ascendiera al rango de deporte Xtreme, ya que el piso de muelas de ladrillo promovía luxaciones y tropieces varios.

El sonido del recital, con alma de predicador que quiere conmover a los sordos, pero termina ensordeciendo a los no sordos, fue demasiado alto. En especial, antes, cuando Los Alamos revivía a Jim Morrison creando una tarta de multicapas sónicas, rítmica, pero no siempre feliz.
Pero bueno, una cosa es invocar fantasmas y otra, heredarlos.
Calabacera

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