miércoles, agosto 08, 2007

El ser, a la derecha, que ven dentro de esa pecera cubista es nada menos que una salamandra gigante china (Andrias davidianus , me encanta colocar nombres de seres vivos en latín, influencia perenne de las burlas de los dibujitos de la Warner Brothers a la genialidad de Carl Linneo, que tuvo un amigo indio de Venezuela llamado Quasi, que -si se fijan bien- es homenajeado en cada tapita del agua tónica "Paso de los Toros"). El ser a la izquierda, ese con dos cabezas, en cambio, es un Homo Sapiens Curiusisimus. El primero nos parece ridículo. El segundo -en cambio- hace el ridículo, permanentemente, encerrando a los primeros y exhibiéndolos. La verdad esta imagen me gusta porque me da ternura. Bueno, también un poco de rabia por como tratan a la salamandra. Y más porque la encontré en una nota dónde se confirmó lo temido: el delfín del río Yang-Tzé, kaput. Es cierto que los delfines ya no son más esos galanes secundarios, pero esenciales a cualquier película de mar y amor. No, sabemos que -si apagan las cámaras- se trata de bichos patoteros (bueno, para andar matando tiburones no se necesita un talante demasiado cortés) a los cuales no les desagradaría aparearse con sus entrenadores/as, pero de ahí a considerar que es bueno que ya no nos peleen el pescado y extinguirlos. No sé. Es como el Río de la Plata: resulta más atractivo sabiendo que ahí andan, en sus asuntos, unos personajes bastante inteligentes: los delfines del Río de la Plata, que son ciegos (señal de que sus aguas son barrosas hace unos milloncitos de años). Que triste sería que ahí abajo sólo hubiera barro del Río de la Plata.

Yang Tzabemos que nada será igual

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