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Cada uno de nosotros lleva decenas de relojes en la cabeza. Unos los puso la vida a funcionar en cuanto nacimos. Otros poseen ciclos establecidos por nuestra sociedad, generación o fantasías. No son los únicos: existen todavía más. Algunos tan extraños que, cuando suenan, su campanilla recorre nuestro ánimo o cuerpo sin que nos demos cuenta qué marcan: nos son invisibles en su origen. O, a veces, están disfrazados. También sucede que un tintineo trae el eco de otro. En la fotografía, Alejo -un año atrás- es un fotógrafo fotografiado en medio del salar de Uyuni, Bolivia, donde vapores, aguas y soledades pasan sus días perpetuos y si pestañean, varias eras nuestras caben entremedio.
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