La verdad es que todas esas "metidas de pata" respecto del canon dominante en Europa Occidental, no son nada porque a Dalwood le gusta pintar (mucho). Y se le nota. Efectivamente es un artista limitado a ese pequeño arte que es (ahora) la pintura-sensual-no invasiva-de-todos-los-soportes hasta llegar a la nada de la razón que se estruja a sí misma, el conceptualismo extremo. También es cierto que no pocas veces anda en peligro de caer en el chiste facilón del que se tomó dos pintas de Groslch demás y con dos palabras y un eructo quiere definir algo. Pero se salva. El punto es que aun cuando sus cuadros y collages, como antes de la fotografía, puedan ser "relatados", hay algo que sólo pertenece al mundo de la pintura en ellas, del mismo modo como muchas de la ilustraciones ingeniosas de Saúl Steinberg, pertenecen al mundo de la caligrafía como gran arte hecho de domar un líquido llamado "tinta".
Arriba, Cinderella
La potencia de una imagen nacida en una obra de teatro (Hamlet): De arriba hacia abajo, Sunny von Bulow (de Dalwood); Ofelia, del prerrafaelita John Everett Millais y Ophelia, de la fotógrafa argentina Alessandra Sanguinetti.
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