martes, marzo 30, 2010

Hay monstruos y monstruos. Monstruos que aparecen en cartografías en las que se lee "aquí hay monstruos" y monstruos que no se reconocen en los espejos (Heinrich Himmler, por ejemplo). Monstruos de Maurice Sendak y monstruos que viven en las profundidades de los mares. Monstruos simpatiquísimos (the cookie monster) y monstruos que se hacen los simpáticos (desde la abuelita de la manzana de Blanca Nieves a dictadores de toda laya), pero existe una categoría especial de ellos: los que irrumpen en una narración ajena, en la cual no se los guionaba, y se ponen a hacer de las suyas.

Es el caso (arriba) de este Polifemo Siglo XXI que se introduce en uno de los comics míticos del Cono Sur: Memora. Mítico en el sentido más literal: la leyenda dice que se encuentra –como esos objetos de la mecánica cuántica que no son observados por nada ni nadie– en un lugar intermedio entre la imaginación y la realidad, el plan y el resultado. Vaga allí bajo la forma de un story board fantasmagórico del cual no se sabe si algún día verá la luz de la tinta o el pixel.

En raras ocasiones, una de sus posibilidades, de sus cuadros, se hace real. Es lo que ha ocurrido con las dos imágenes de este post. Y, claro, en la tierra-de-lo-que-necesita-ser-creado, algún ser, cuando ve titilar la luz de lo que está siendo materializado por fin, se aviva y no sólo mete la cola, sino que se polizonea enterito...

(Imagen, Hugo Robles Lama)
A la monsuno,... a la monsdós ¡¡y a las mons... !!

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