Hay dibujantes que, con una naturalidad pasmosa, convierten el gesto en un despliegue de emociones tan intensas como vivientes. Sus trabajos son antenas multiuso que nos permiten, o nos fuerzan, a entrar en contacto con partes de nosotros mismos –y del mundo– que acallamos o hace bastante dejamos de mirar (o admirar). Nico Bai es uno de ellos. Quitado de bulla en su trabajo diario, intenso en su expresividad, lo suyo no es casual: se trata de un talento que pertenece a esa variedad que conforman esos volcanes mansos, tan heridos como astutos en su persistencia, dados a emitir lava jornada a jornada hasta que, de pronto, nos hacen encontrarnos, no en una isla de tinta/lava negra, sino en medio de un archipiélago de ellas.
Quienes quieran alegrarse, impresionarse, deleitarse (y hasta comprarse: es obscenamente barata) con su obra, pueden ir al Bar Cau, en Gurruchaga, casi esquina Gorriti (Capital Federal, Argentina) hasta el domingo próximo.
¡Buenísimo!
ResponderBorrarhabrá jornadas de encuentro de dibujo? igualmente acabo de tener una cuando pase por aqui sr. blojeansnero... gracias
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