De los pintores que nos gustan, inquietan o respetamos por su poderío y gracia, siempre es una especie de schock que aparezca no sólo una obra que estaba perdida (robada o escondida), sino una que no sabíamos siquiera de su existencia. Es lo que pasa esta semana con Self-Portrait With a Black Eye de Julian Freud (arriba). Pintado en 1978, luego de recibir terrible plastazo de parte de un taxista, este trabajo no era conocido por nadie (excepto por quien lo poseía).
En la nota en que se cuenta la historia de esta pintura, se cita al artista recordando que: "I used to have a lot of fights. It wasn't because I liked fighting, it was really just that people said things to me to which I felt the only reply was to hit them."("Solía tener un montón de peleas. Y esto no era porque a mí me gustara pelear, era sólo que las personas me decían cosas para las cuales yo sentía que la única respuesta era pegarles").
Y después, aunque fuera medio tuerto, ... ¡¡a pintar!! (no por nada Freud ha sido definido como "el adicto al acto de pintar").
En la nota en que se cuenta la historia de esta pintura, se cita al artista recordando que: "I used to have a lot of fights. It wasn't because I liked fighting, it was really just that people said things to me to which I felt the only reply was to hit them."("Solía tener un montón de peleas. Y esto no era porque a mí me gustara pelear, era sólo que las personas me decían cosas para las cuales yo sentía que la única respuesta era pegarles").
Y después, aunque fuera medio tuerto, ... ¡¡a pintar!! (no por nada Freud ha sido definido como "el adicto al acto de pintar").
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