The New York Times anunció ayer la muerte de Edward T. Hall. ¿Quién fue? Dicho pronto y mal, el hombre se pasó la vida trabajando sobre los malos (o no) entendidos más universales e invisibles a la vez: los que surgen de cómo usamos el cuerpo, el espacio y el tiempo para decir (y decirnos) cosas, muchas veces desagradables, entre personas, familias, sociedades y culturas.
Todo partió en los años 30' del siglo pasado, cuando trabajando con los Hopi y los Navajo, el entonces joven antropólogo observó algo tan natural como pasado por alto: que, si de interactuar se trata, hay bastante más que sólo de palabras y gestos de la cara yendo y viniendo.
Todo partió en los años 30' del siglo pasado, cuando trabajando con los Hopi y los Navajo, el entonces joven antropólogo observó algo tan natural como pasado por alto: que, si de interactuar se trata, hay bastante más que sólo de palabras y gestos de la cara yendo y viniendo.
Después de pasarse la Segunda Guerra Mundial como un oficial de tez pálida dirigiendo soldados de tez oscura (y enfrentando los efectos de una historia de siglos sobre la valoración de la cantidad de pigmentos en la piel humana), volvió a la academia y escribió tres libros que dejaron marca y abrieron ojos (y cuerpos): The Silent Language (1959), The Hidden Dimension (1966) y The Dance of Life: The Other Dimension of Time (1983).
En temas de comunicación humana, nada ha sido igual desde entonces. Blojeans lo homenajea posteando un par de fragmentos de comics del gran Art Spielgelman (Maus); porque si alguien, aparte de los coreógrafos, sabía –en la práctica– que el cuerpo, espacio y tiempo son bastante más que marcos para las palabras que salen de nuestra boca y los "acentos" de nuestros gestos con cejas, la boca y las manos; eran los dibujantes de historietas.
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