Toda excusa es buena para mostrar el trabajo del grafitero inglés Bansky. Lo cual incluye la última versión de que se ha descubierto quién es
(http://news.bbc.co.uk/2/hi/entertainment/7504132.stm). Pero ¿acaso no lo sabíamos? ¿No nos bastaba ver sus trabajos para ello? Supongo que los teóricos de la sociedad del espectáculo dirían que el "sistema" necesita hacer de él una "celebridad", un extra destacado más de la gran obra, manera habitual de neutralizar los dardos de su trabajo, que suele apuntar a que si bien creemos que seguimos el guión de nuestra propia vida, los guionistas que trabajan dentro de nuestras cabezas no son precisamente libres, lúcidos e independientes.
Parte de su vigor proviene de la simple verdad de que Bansky ha subvertido la perversión de la firma en el arte contemporáneo por exageración: al desaparecer por completo, al vaciarse en su firma-stencil, toda el aura de la singularidad recae en su trabajo. Y ya que se trata de convertir a los artistas en personajes, él es realmente un personaje. De su carne y huesos nada se sabe.
El collage de arriba, vinculado al tema de la fama, se lo adjudican. Quizás no le pertenezca. Lo que no está nada mal. Ya que, de si de adorar ídolos (como él nos recuerda que solemos hacer con gran gusto) se trata ¿por que no adorar uno en cuanto a puro ídolo, a falsedad evidente? Parte del poder de Bansky se basa en que el tiene un "mensaje" claro, directo, crítico. Más que sanar, él quiere irritar, despertar: una vieja virtud del arte público.
Lo cual no incluye la carcajada y la burla juguetona.
Cuando le han preguntado por su negativa a disfrutar de las mieles de su bien ganada fama, su tiro por elevación debería ser atendido por varios de sus contemporáneos que corren el circuito de la F1 del arte global:
"I'm just trying to make the pictures look good; I'm not into trying to make myself look good".
Es cierto: tú cara y tús encamadas son tuyas y no me importan
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