lunes, enero 14, 2008

¿Por qué no voy más todavía a Objetos Encontrados? Supongo que porque me quedaría ahí, atrapado, contenido, como en la isla de Calipso, cual pasaba en el placer de despertar de una siesta infante con todo el resto de la tarde, larga e inmensa, para jugar. Alguna vez he tomado allí té en bolsitas de género, hojeado mapamundis en idiomas desconocidos, amado robots caseros y hasta comprado un correcaminos de cuerpo caído de la gracia del mar.

En plena reorganización como tienda sala de expo, vecino alocadito e inventor de "Sopa de príncipe", la última vez que pasé, ayer, me encontré con el retrato de una chica, una vida, turca (arriba) y con Diego (abajo), orgulloso de mostrarme uno de los últimos hallazgos del equipo: una óxi-bici que insiste en no ir a fundición.

También con unas fotos de una chica cuyo nombre no recuerdo, pero lo subsanaré mañana mismo, dándo unos pasos a la esquina de El Salvador con Thames para mirar su nombre, y ver si encuentro a Luis, padre fundador de un lugar tan inclasificable como feliz.

Feliz, sí. Porque ahí se citan la variedad del mundo y las gentes (abajo): una francesa manzana en mano con un "Gallego" falso (el Gallego, líder y cantor de la murga Atrevidos por Costumbre; hincha de Huracán; peronista filósofo -"Gino Germani ya lo dijo "Argentina es modernidad sin desarrollo"- y serígrafo pirata de remeras alguna vez vendidas con identidad trucha que se le pegó) hablan sobre la ciudad de Toulousse. Haciendo que ese pedacito de cuadro alimente el mito futuro, un lugar que es sorpresa y emoción constantes, gracias a que OE está allí.

Luces, fintas y juegos suele vestir

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