Pearlblossom Highway (David Hockney) es un ejemplo potente de cómo toda imagen (mirada y sabida) es la suma de varias miradas, de varios ojos, de varios "barridos" de pantalla internos. Que miramos y otras miradas miran a través de nosotros. Que conversamos con nosotros mismos y que -incluso- siempre está allí el pequeño (y no tan) partido fascista de la mente, que quisiera alisar todo, borrar las interferencias, ponerlo en blanco y negro, aunque el mundo siga con su marcha siempre de demasiados colores.
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