El sábado pasado, rumbo a una caminata en Costanera Sur, un librero de viejo nos detuvo con un dique de mapas, guías de ciudades y todo tipo de admíniculos gráficos que –según su decir– habían pertenecido a un viajero por placer y obligación: un tal ingeniero Bettini, que había pasado de los mimos de EE.UU. a su ira, cuando abandonó su participación en proyectos atómicos, molesto por su uso para la creación de armas. Todo lo cual lo habría condenado a una errancia cómoda (vigilado por la CIA y mal querido por sus compatriotas argentinos dada su partida previa a yanquilandia). Sin embargo, no sólo de mapas vive el hombre: Un Éloge de la Folie Par Didier Erasme de Rotterdam Avec Les Dessins de Hans Holbein. Éditions de Cluny a Paris, impreso en la ciudad de Dijon, en abril de 1937, apareció entre tanta cosa.
Las imágenes están llenas de vida:
"La locura ensayando de absorber el alma de Duns Scot" (arriba).
"Baco" (arriba). Que curioso este dios del vino que más bien parece un campesino pensando qué va a hacer con la uva, si le quedó bien el varietal o está muy "picado".-
Y, para el final, el escudo o insignia del impresor: Johann Froben. Y su frase: Prudens, simplicitas, amor (et) recti. ¿Dirá lo mismo en dos versiones de griego y una de lo que parece hebreo?
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