¿Los ojazos de esa mirada no los hemos visto antes? Por supuesto, Nikolai Kinski los heredó de su padre, Klaus. La vida que hay en ellos en la fotografía , sin embargo no le pertenecen ni a él ni a tal progenitor, sino a Egon Schiele, ese genio del dibujo que la gripe española española le robó al mundo. Egon aparece de secundario en Klimt, película de Raúl Ruiz, santo de la devoción blojeansniana. Como a todo depositario de la gracia, si uno llega a tocarlo es de no creerlo.
Y de no creer fue cuando, el jueves pasado, el creador de Las tres coronas del marinero (arriba) cruzó –de sorpresa y porrazo– una de las puertas laterales del Abasto en Buenos Aires acompañado por su productor y una lazarilla del Festival de Cine Independiente. Blojeans pudo con su genio y se acercó a saludarlo.
Tanto fue el contento que no le habría importado quedarse afuera de la Sala 9 y no ver Nocingen Haus (abajo), su último largo: una historia que transcurre en un caserón del Chile Central, donde vivos y semi muertos se vampirizan mutuamente. Pero no es de ese film, ni de tal encuentro que trata este post, sino de otro "aparecido": en la habitación al cual llega la pareja francesa protagonista del film hay un cuadro de una dama. Nunca se lo muestra por completo y detenidamente, pero algo en él que lleva a Blojeans a preguntarle al productor (casualmente sentado una butaca y media más allá de él), si no se trataba de una obra de John Singer Sargent (una galería virtual con sus obras aquí). Y... ¡sí! La mansión en que se filmó –revela–pertenece a un excéntrico chileno-alemán con una colección de obras "que nadie sabe que están allí". De esa manera, desde un rinconcito del video HD de la peli, otro fantasma, esta vez de óleo y talento, vuelve a la vida.
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