Las bodas del azar y el deseo, del error y la pasión son de lo mejor que hay en la vida. Apenas si vi el pequeño cowboy que
Bansky montó sobre los ladrillos revelados por el revoque caído, convirtiéndolo en un caballo de un mundo maravilloso, no pude sino sonreír de verdad (la cara del tipo que abre la puerta y mira el mural le agrega un aire de comedia a todo el cuento).
Acá (arriba) la cosa va más por la ironía. Los pastorcitos de hoy piden monedas en los centros de las grandes megalópolis, cuando no trabajan engrillados a medias (o enteros) confeccionando alfombras en Pakistán o zapatillas en Indonesia. O ahí, a la vuelta de tú casa.
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