Alfonso García (arriba), de seis años, no parece alguien particularmente peligroso. Nada en su apariencia -menos ese gesto de tristeza, de pérdida ensimismada, que parece emitir su mirada- indica que posea acceso a alguna fuente de poder sobrenatural. Su familia no está de acuerdo. Para ellos, Alfonso -al igual que Armando Dos Santos, de 7 (abajo)- es un brujo. Ellos, como miles de otros niños en el norte de Angola, están siendo expulsados de sus casas en una epidemia de histeria sólo aparentemente irracional: en una situación de pobreza agobiante, la acusación de brujería es la única que permite echar del hogar a un miembro de la familia en la región de Uige. Si bien Alfonso y Armando se encuentran bajo cierta protección institucional, no les ocurre lo mismo a la mayoría, que viven en edificios o construcciones abandonadas (http://www.nytimes.com/slideshow/2007/11/14/world/1114-WITCHES_index.html). Para colmo, por lo que muestran las notas, las iglesias cristianas, en vez de condenar estas acciones, las legitiman mediante exorcismos colectivos de niños. Un nuevo caso que viene a refrendar aquella frase de Einstein en cuanto a que, el universo podría no ser infinito, pero -sin duda- la estupidez humana sí lo es. ¿Como no volver a querer entonces a esa chica esmirriada, de curvas escasas, que se la pasa recordándonos que no somos el centro del universo? La razón.
Muchas gracias. Creo que sufro de una especie de dislexia ortografica o de una terrible falta de interes producto de los correctores ortograficos. Aclaro que cuando tengo que entregar un trabajo mi conocimiento de Vs y Bs, de LLs y Ys, y de tildes, cobra vida momentaneamente.
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