¿Puede uno citarse a sí mismo?
"Los aprendices de fotógrafos suelen no sospechar que -cómo aquellos jóvenes entusiastas de la aventura que aceptan cambiar su lugar por el de un marinero de un barco sospechosamente etéreo, el cual luego resulta ser un navío fantasma- al enamorarse de la cámara se están prendando de una maldición: la maldición de cargarse con las cadenas, con la gloria, de la realidad visible.
¿No se han fijado qué sucede al comparar los rostros de un fotógrafo tipo con los de un pintor o artista conceptual tipo? Los primeros exudan la seriedad encubierta y vigilante de aquel que todavía tiene que declarar que trabaja con “equipos” y se ve obligado a comportarse -alcanzada la fama o cualquiera de sus sucedáneos- como el gerente de una bodega de vinos de lujo o de la división Fórmula 1 de una corporación japonesa del automovilismo: oficios donde rara vez la sensibilidad le gana por goleada a los “fierros”. A lo que cuestan los fierros.
Los pintores o los instalacionistas, en cambio, amurrados, leves o eufóricos; se mueven por el mundo al modo de polizontes de lujo: trabajan como carpinteros, se los acepta soberbios o humildes como monjes y se les permiten varias de las libertades y aficiones destinadas a los hijos adolescentes de los muy ricos. ¿Acaso no valen tales privilegios la eterna duda del valor de lo realizado para la posteridad, en un mundo donde todo lo sólido -hasta los glaciares de Groenlandia- se desvanece en el aire? (aire caliente y global, deberíamos remarcar)...".
Un blojeansnero en David LaChapelle ¡un teólogo vino al recreo!
(Imagen de arriba, foto con la cual LaChapelle abre su sitio http://www.davidlachapelle.com/home.html y que -al menos para mí- tiene claras reminiscencia de La Barca de la Medusa de Thédore Géricault, aggiornada al calentamiento global). Hasta el 21 de mayo muestra del artista en el MALBA (Buenos Aires).
si puede o no citarse uno a sí mismo, es algo que me pregunto a menudo.
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