Del fuego como base de la cultura, David
En una obra de Dürrenmat ("Un ángel en Babilonia") un ángel baja a ayudar, hace todo mal -es un ángel al que le interesa más la botánica que las personas y no entiende muy bien porqué lo mandaron allí- y terminan sino todos muertos, todos medio muertos, prostituídos y esclavizados. Pues bien, de ángel a príncipe hay apenas un par de alas menos (y una capa más, para fingir el volumen corporal perdido en la operación aerocastrativa). Y, ¡¡voilà!! aquí tenemos a David Beckham con una espada casi tan larga como él mismo enfrentando al dragón del aburrimiento por encargo de DisneyParks.com. Ciertamente, David es una especie de "príncipe": gana millones y millones no tanto por esa actividad maravillosamente inútil en que (casi) todos ansiarían perder su juventud: jugar con gracia a la pelota; sino por "ser", por estar ahí, encimado gracias a la belleza de sus tiros libres y su rostro a la fama, cargado de joyas (como el Duque de Berry), de pequeñas obscenidades dignas de los hijos de Jorge III (como tomarle fotos a las entrepiernas de las chicas bajo la mesa) o de comentarios maledicientes sobre las joyas que le regala a su mujer, Victoria (el rumor indica que necesita una ración de diamantes todas las mañanas para alimentar a sus mascotas más queridas: los caprichos) ; o de los juicios que les hace a sus ex-guardaespaldas. Inglés como San Jorge, la camiseta de sus selección es blanca, igual que el caballo de cualquier caballero que se precie. Es lógico que David esté allí. No obstante, hay cierto toque de ironía en que del Apolo "olímpico" aplastando a la serpiente de las religiones "ctónicas" femeninas en Delfos, la iconografía haya pasado a San Jorge dándole duro al dragón-lucifer pagano y ahora a David acabando con etéreas llamas sin sujeto (en la segunda página de la publicidad). Es el paso del Oráculo, cuyo santo patrono era Apolo, pero dónde la sabiduría surgía de las bocas femeninas drogadas de las Pytias; a los parques de diversiones que prescriben qué exáctamente debemos imaginar. Por suerte, la raza de los dragones sobrevive entre nosotros en aquellos extraños de pelo largo (o corto) sobre los cuales la leyenda reza que pueden identificarse gracias a que: "Hay fuego en su mirada y un poco de insatisfacción... de insatisfacción".
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