"Una esquinita del Lorenzo y una estatua en las escalinatas que llevan al museo de arte moderno de Niza", escribe Pía Díaz. Lorenzo es su hijo y -reconozcámoslo- luce espléndido, aunque apenas veamos un séptimo de su rostro: la ausencia del resto es señal de una vitalidad tan envidiable como endiablada. Si fuera una estatua haría lo imposible por alejarme de él.
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